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lunes, 29 de marzo de 2010

TARANTULA.


Es posible que Tarántula no pase un filtro de calidad, si a día de hoy nos ponemos a examinar el film armados con una lupa. Es evidente que ni el rigor científico, ni el desenlace de la aventura serie B, poseen una condición plena. Sin embargo, yo que soy un sentimental, sigo fijando la vista en las intenciones reales de sus responsables, que es evidente, no son construir un monstruo que lance espumarajos por la boca mientras es atacado por rayos láser y aniquila a sus víctimas en un paisaje pleno de sangre y fuego. No eran tiempos para demasiados fuegos artificiales. Tarántula de Jack Arnold debe contemplarse con una óptica melancólica, ajena a exigencias intemporales. En el fondo la araña gigante, fruto de los revoltosos experimentos de la ciencia humana, es un castigo para quienes pretenden variar el curso de la Naturaleza, aportando desquiciados criterios sin tener en cuenta que el ser humano es imperfecto en su misma esencia. Quién juega con fuego se quema, parece sentenciar la historia. Y lo hace con un innegable aroma de B movie, no preocupándose por aparentar, sí por forzar la reflexión.
La imposibilidad temporal de ir más allá en el plano de los efectos, logra que Arnold y su equipo de producción, construyan una trama para leer entre líneas. No pretendo dar a Tarántula una carga existencialista, menos aún antropológica. Pero sí evidenciar que tras la simple aventura de los héroes ocupados por librar al mundo de una araña gigante, se esconden curiosas pretensiones de ciencia ficción conceptual. La ciencia debe progresar pero siempre sin perder de vista el Norte. Cuando los avances se convierten en aberraciones, la estabilidad del ser humano corre serio peligro. Concepto este que forma parte del corazón mismo del film que desarrolla Arnold, y que tiene en el actor Leo G.Carroll, que interpreta el papel del Profesor Gerald Deemer, a su principal protagonista. Junto a él, su sorprendida ayudante; Steve Clayton (correcta la actriz Mara Corday), la nota sensual de la historia, puede que poco aprovechada por Arnold. Nestor Paiva dibuja al personaje grotesco de la trama, el Sheriff Andrews, una especie de apuntador simpático del héroe del film, el Doctor Matt Hastings, encarnado con evidente humildad interpretativa por el actor John Agar.
A veces en la historia del cine, de lo simple se sacaba brillo, esculpiendo historias humildes en el aspecto externo, pero dotadas de cierta gracia en el fondo.
Tarántula pertenece a una lejana colección de películas en las que lo importante no es lo que se ve, sino más bien lo que se intuye.
Nadie puede negarle un encantador poso, aunque mínimo, de sencilla genialidad.
En el apartado de curiosidades, destaca la presencia de un aún desconocido Clint Eastwood, interpretando al jefe del escuadrón de cazas que termina con la vida del monstruo.
Interesante.

TARANTULA (1955). Director : Jack Arnold. Guión : Martin Berkeley y Robert M.Fresco, basado en una historia de Jack Arnold y Robert M.Fresco. Fotografía : George Robinson. Música : Herman Stein. Producción : William Alland. Montaje : William Morgan. Efectos especiales y criatura : Wah Chang. Efectos visuales : Clifford Stine y David S.Horsley. Intérpretes : John Agar, Leo G.Carroll, Mara Corday, Nestor Paiva, Ross Elliott, Edwin Rand, Bert Holland y Clint Eastwood. 80´Blanco y Negro. EE.UU. Universal International Pictures.
Fotografía : Leo G.Carroll (el científico Deemer), afectado por una extraña mutación, tras ser inyectado por un negativo nutriente.

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