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viernes, 23 de octubre de 2009

MALÈNA.


Cuando una actriz te clava la mirada, recorriendo el injusto espacio que separa la pantalla del patio de butacas, nace la leyenda. La curiosidad que embarga al espectador, involucrado en la trama a cambio de unas pocas monedas depositadas previamente en taquilla, suele transformarse en ansia, felicidad, melancolía, sosiego, temor ó lubricidad, según las pretensiones del libreto desarrollado. Los guiones funden nuestras retinas gracias a secuencias, que en muchos casos se convierten en iconos evocadores, en función de su condición y calidez. Conocí a Maddalena Scordia, una exuberante dama italiana con domicilio en la siciliana localidad de Montecuto, cuando la vi atravesar, armada de sensualidad y equilibrados contoneos, la periferia del pueblo. En pocos segundos fui capaz de describirla cerrando los ojos. La bella y lozana Malena se convirtió así en la dama cinematográfica de culto. El imberbe Renato Amoroso, niño aún; tampoco es capaz de apartar su mirada de la estentórea mujer. Las curvas de Malena y el firme e intuido glúteo obsesionan al infante, que reconoce en ella a su primer amor platónico.
El cine italiano ha expresado con absoluta brillantez las beldades femeninas en consonancia con historias emocionantes, comedias rurales tañidas por las campanas del pueblo; que desprenden aromas relajantes de heno, olores a pan recién horneado y miel de abeja. De ese modo, las anatomías espléndidas de féminas nacidas para servir de modelo sensual, se han mostrado con generosidad ante la anhelante mirada del público. La picaresca, en literatura muy relacionada con España, ha tenido en el cine italiano su mayor valedor. Pizpiretas chicas rurales ataviadas con el corte textil adecuado para no resultar ofensivas, que incitaban a un sano sentimiento de deseo, sugiriendo escotes y exhibiendo partes nobles de su cuerpo, muslos y hombros en mayor medida. Varones astutos, que hicieron arte el dicho de "prometer hasta meter, y una vez metido, olvidar lo prometido". Paisajes lombardos, napolitanos y parmesanos, aderezados con el donaire primaveral de bellas doncellas en edad de flirteo.
El argumento de Malena nos presenta al matrimonio Scordia, que debe separarse cuando Nino (Gaetano Aronica), el marido; es reclutado para defender a su país en la segunda guerra mundial. La esposa, Malena (Monica Bellucci); queda sola, expuesta a los comentarios y envidias de los habitantes de un pequeño pueblo de la Sicilia más profunda. Las lugareñas repudian a la exuberante mujer, cuya belleza brota a borbotones cada vez que sale de su casa y atraviesa con paso firme y mirada esquiva, las pétreas callejas de la localidad. Los hombres, en cambio; fantasean contemplando a la escultural Malena. Fruto de la calumnia nace la leyenda de la esposa infiel, y el acoso y derribo va ganando terreno. Es entonces, cuando la protagonista se convierte en víctima de sus necesidades de supervivencia. Los ojos del niño Renato (Giuseppe Sulfaro) nos sirven de guía, haciéndonos partícipes de una historia injusta, truculenta, aunque romántica en su esqueleto. Un día, alguien notifica a Malena la muerte de su esposo en el campo de batalla. Los acontecimientos se precipitan. La escena de la pública lapidación, ejecutada por una horda de almas delirantes; evoca pasajes bíblicos. El niño Renato vive con impotencia la inculpación y el castigo ejemplarizante. Pero, poco después; el esposo, al que todos daban por fallecido; regresa al hogar, inmerso en una profunda depresión surgida por las lacerantes vivencias bélicas.
La historia de Luciano Vincenzoni, deslizada en imágenes con maestría por el director sicilino Giuseppe Tornatore, reivindica la intemperancia italiana, manifestada con antelación con el auxilio visual de cimbreantes complexiones femeninas que desfilaron por las pantallas de medio mundo, lanzando a la fama a actrices de la talla de Sophia Loren, Silvana Mangano, Claudia Cardinale ó Gina Lollobrigida. Tornatore sigue aquella senda, convirtiéndo a la actriz Monica Bellucci en legítima heredera.
La narrativa visual del cineasta italiano se basa en una colección de detalles evocadores, traslúcidos y bañados por la ingenuidad infantil. De mismo modo que en "Nuovo Cinema Paradiso"(1989), convertía en protagonista de un cuento cinéfilo a un niño siciliano, en Malena recurre a los criterios de equidad de un mozalbete para plasmar la irracionalidad de los adultos. Así, los recuerdos de la infancia nos asaltan, reconociéndonos en parte en el personaje de Renato, pues todos tuvimos un primer amor inaccesible, una musa adulta a la prestamos especial atención, sin importarnos en el rincón más íntimo de nuestro corazón, la diferencia de edad.
Tornatore construye una estampa alegórica, en la que los personajes exteriorizan sentimientos repletos de controversia, aunque profundamente humanos.
Destaca la banda sonora del inevitable Ennio Morricone, cuyas notas parecen revolcarse a gusto entre los fotogramas, cómo si el solfeo surgiera de un modo espontáneo en cada escena, amparado por el percutir de las muescas del cilindro rodante de una caja musical. Malena es, en resumen; un altar epicúreo creado para ensalzar el fino erotismo, criticando sin tapujos la hipocresía y la envidia malsana de quienes dedican su aburrida existencia a prejuzgar los comportamientos del prójimo, alimentando la calumnia y alcanzando con el desenlace, la tragedia.
Una obra maestra.

MALENA (2000). Dirección : Giuseppe Tornatore. Guión : Giuseppe Tornatore, basado en una historia de Luciano Vincenzoni. Música : Ennio Morricone. Fotografía : Lajos Koltai. Montaje : Massimo Quaglia. Producción : Carlo Bernasconi y Harvey Weinstein. Vestuario : Maurizio Millenotti. Diseño de producción : Francesco Frigeri. Intérpretes : Monica Bellucci, Giuseppe Sulfaro, Luciano Federico, Matilde Piana, Pietro Notarianni y Gaetano Aronica. 109´Color. Italia-EE.UU. Medusa Produzione-Miramax Films-Pacific Pictures-Tele+
Fotografía : Malena (Bellucci) seduce al joven Renato (Sulfaro).

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