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martes, 16 de febrero de 2010

ARTICULOS PROPIOS : LAS MANERAS DE LOS GOYA.


Hacía mucho tiempo que no me tragaba de cabo a rabo una gala de entrega de premios. El cine actual, que da contadas muestras de brillantez; se basa mucho en el glamour, en el poder de la imagen invasora de inocentes retinas en una actitud de violación a veces mentirosa. Porque el cine, amigo mío, ha sido siempre una exaltación del arte de mentir, de eso no hay duda. El cine nos hace soñar con mundos mejores y peores. Nuestra es la elección. Quién desea descender a los infiernos lo hace a través de historias apocalíticas, corrosivas e incendiarias. Por contra, el que quiere ascender a los cielos se cubre con el Mantón de Manila de las rosas nubes de la comedia romántica. Incluso aunque tenga que llorar para alcanzar la gloria. Llorar de emoción es un placer, de dolor un espanto.
Que el cine es mentiroso, es tema que da mucho juego. Lo cierto es que las alfombras rojas de los festivales y galas de entrega de premios son una muestra de glamour difícil de igualar. Mentiras piadosas, aunque sean con forma de zapatos de cenicienta por quince mil euros del ala. Vestidos de noche femeninos se funden con el blanco y negro masculino, el de siempre, el que catapultaba a Cary Grant cada vez que se vestía de tiros largos. Claro está que los tiempos han cambiado, amigo mío. Y ya los actores españoles, salvo benditas excepciones; prefieren vestir de moderno que anclarse en un pasado textil, reivindicando a través de la rebeldía un porte que no tienen. Santa manía la suya de embutir las piernas en estrechas tiras de tela, bien pegadas, terminadas en zapatos de punta afilada, cómo si las anchas perneras y los zapatos italianos ó levantinos de marca, los de toda la vida en bodas y bautizos familiares; fueran piezas antediluvianas.
La virilidad para los actores del cine español se mide en metros cuadrados de greñas, barbas mal cuidadas y obsceno desparpajo. Ni after shave, ni "Ruper, te necesito", ni espaldas rectas. Modelo tienda de campaña corporal. Todo flojo y torcido, que vende más.
Y esa otra tendencia, esa. La de mezclar chaqué con vaqueros. Un quiero y no puedo. Algo así como hacer un coupage de Chateau Latour con zumo de arándanos.
Las maneras de los cómicos, muchos sombreros de ala corta en el patio de butacas, sonrisas de medio lado en versión de golfo aldeano y maneras de desidia elegante, cómo si fuera de los platós siguieran construyendo personajes de esos que nos hacen soñar, reir y sufrir; son en su mayor parte un anacronismo, igual que si Charles Chaplin hubiese bajado todos los días a comprar prensa y pan disfrazado de Charlot ó John Wayne acudiera a buscar a sus retoños al colegio vestido de Ethan Edwards.
Muchos de ellos prefieren a Bela Lugosi, aunque en versión macarra.
Un anacronismo agresivo con la elegancia, con el respeto y con la propia profesión de actor, digna, gratificante y muy respetable.
Gary Cooper que estás en los cielos...!!!

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