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martes, 9 de junio de 2009

FORBIDDEN PLANET.


En los tiempos que corren, con los ordenadores y sistemas creativos digitales funcionando a destajo al servicio del cine, es siempre una festiva experiencia retroceder unos cuantos años para dejarse atrapar sin resistencia por el encanto de una película de las características de Forbidden Planet. Film precursor que recrea la última década del siglo veintiuno, cuando el ser humano acaba de crear un medio de transporte estelar que supera la velocidad de la luz. Lo que más llama la atención de este cuento fantástico, realizado por el director estadounidense Fred McLeod Wilcox; son unos inesperados efectos especiales, que fueron instruídos por un equipo de técnicos procedentes de la Disney. Joshua Meador, Arnold Gillespie, Warren Newcombe e Irving Ries asombraron a los espectadores de Forbidden Planet con una colección de recursos escénicos nunca vistos con anterioridad, dibujando un planeta desabrido y misterioso, cubierto de polvo y dunas, en donde pasaban sus días el enigmático Doctor Morbius (Walter Pidgeon) y su encantadora hija Altaira (Anne Francis). Cuando una nave terrestre tripulada aterriza en la superficie del planeta, los acontecimientos empiezan a traspasar los límites racionales de los recién llegados, que asisten aturdidos a un desarrollo tecnológico en manos del doctor, que desafía las normas básicas de la física. Junto a padre e hija, los navegantes espaciales terrestres descubren la presencia del robot Robby (criatura creada para la película por Ken Hultgren), que es capaz, entre otros logros; de materializar alimentos y productos de primera necesidad, sólo con examinar una muestra.
El comandante Adams (Leslie Nielsen), el doctor Ostrow (Warren Stevens) y el teniente Farman (Jack Kelly) investigan a fondo el misterio que oculta Morbius y descubren que las sensaciones del subconsciente pueden crear seres invisibles al ojo humano, materializándolos con la misma prestancia que utiliza el robot para fabricar alimentos. Ese poder encierra sin embargo, un lado oscuro que será el que ponga en peligro la integridad de los visitantes del planeta prohibido.
El actor canadiense Walter Pidgeon construye un inolvidable Doctor Morbius, aquejado de una oculta perversión transgresora, capaz de todo con tal de conservar su tesoro tecnológico fuera del alcance de la humanidad. Pero es, sin duda; la actriz newyorkina Anne Francis quién se lleva la gloria absoluta en el apartado de la interpretación. La guapa Altaira Morbius, que desde su nacimiento ha vivido aislada con la única compañía de su padre y un robot, expresa una testimonial inocencia fruto del desconocimiento, que embarga la atención del espectador. El personaje, cincelado con evidentes dosis de sensualidad, representa el freno a la irracionalidad, evidenciando la pureza en contrapunto a la malicia paterna. La modista cinematográfica Helen Rose diseñó para cubrir la esbelta anatomía de Francis, una colección de vestidos atrevidos aunque elegantes, lejos de las extravagancias habituales en otros productos del género fantástico. Las minifaldas con las que Altaira contrarresta su candidez sensorial, provocan más de una taquicardía en el patio de butacas, contemplándose hoy en día como una señal inequívoca de fino erotismo.
El actor Earl Holliman interpreta al cocinero de la nave terrícola, el ingrediente cómico de la historia. En ese sentido es venerable la escena en la que Robby, siguiendo los deseos del guisandero, plasma una ingente bodega de botellas de whisky de Kansas, cuyo consumo, acelerado por la ansiedad del momento; provoca una importante melopea en el gracioso tripulante.
El aterrizaje de la nave, con aspecto de ovni; en el planeta (que incluye la sombra reflejada sobre el pavimento y el polvo que levanta con su aproximación), el rayo arrasador que surge de la pistola de Adams y desmaterializa un tigre a punto de atacar, las huellas de un ser invisible marcando la arena del suelo, el efecto visual de la velocidad del vehículo propiedad de Morbius, los movimientos del robot ó el simple interior de la nave espacial, son elementos que hacen de Forbidden Planet un original film de culto, que sigue asombrando a quiénes lo descubren por primera vez. Nominada sin recompensa final en 1957 para el Oscar en la categoría de efectos especiales, esta película es la prueba definitiva que coloca a la imaginación como elemento primordial en la construcción de una buena película del género fantástico, por encima de impetuosas digitalizaciones.

FORBIDDEN PLANET (1956). Director : Fred M.Wilcox. Guión : Cyril Hume, según una historia de Irving Block y Allen Adler, basada en la obra The Tempest de William Shakespeare. Productor : Nicholas Nayfack. Fotografía : George J.Folsey. Montaje : Ferris Webster. Dirección artística : Cedric Gibbons y Arthur Lonergan. Efectos especiales : Arnold Gillespie, Joshua Meador, Warren Newcombe e Irving Ries. Vestuario femenino : Helen Rose. Vestuario masculino : Walter Plunkett. Música electrónica : Bebe y Louis Barron. Intérpretes : Walter Pidgeon, Anne Francis, Leslie Nielsen, Warren Stevens, Jack Kelly, Richard Anderson, Earl Holliman, George Wallace y Robert Dix. 98´Color. EE.UU. Metro Goldwyn Mayer.
Fotografía : Morbius y su bella hija Altaira reciben en su casa a los terrícolas recién llegados. Sensacionales caracterizaciones de Pidgeon y Francis.

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